jueves, 20 de febrero de 2014

Momento amor-odio

Odio los relojes. Odio ese maldito tic-tac que me roba mis sueños y decide cuando devolvérmelos. Él es el culpable de que siempre me tengan que esperar, o de que yo siempre llegue tarde. Contabiliza mis días como si de frívolo dinero se tratasen. Ladrón de guante blanco de mis mejores momentos, auxilio deseado de los peores. Tiempo, tan bendito como maldito al mismo tiempo. ******, tiempo, todo depende de él, todos dependemos de él, y si no, tiempo al tiempo. Intentas aprovecharlo al máximo, llegar a todo para al final no llegar a nada, siempre falta, nunca es suficiente, siempre vas a contra reloj. Reloj que me negué a llevar casi tanto tiempo como el que me negué a necesitar un café para activar mi despertar, pero caí, como la mayoría, por no decir todos. Reloj que necesito ver en mi muñeca, aunque eso sí, siempre debe ir mis 3 minutos adelantado. Supongo, que es mi humilde y estúpida manera de engañarme pensando que mis días están regidos por mí, que yo controlo mi tiempo, que vivir en un adelanto de mi número de la suerte me hace especial. Y llega un día en el que te sientes libre, libre, ¡libre! Para poder invertir tu tiempo en perderlo, y te sientes rara, inútil, sabes que te arrepentirás pero quieres no hacer nada. Dormir mil horas para levantarte más cansada, respirar como si terminaras de nacer, mirar por la ventana para analizar el caminar de aquellas almas vagantes, comer tan lento que la comida se quede fría antes de haber terminado. Es increíble el tiempo, nunca sabes cómo regularlo, cómo administrarlo, cómo disfrutarlo sin que se agote demasiado pronto; cuando me parece que tengo todo el del mundo ya se ha ido y descubro todo lo que he dejado atrás sin ni siquiera darme cuenta. Y es que, el tiempo, tan engañoso como el amor, cuando no lo tienes lo echas de menos y cuando está, lo echas de más. Curioso parecido el del tiempo con el  amor.


¡Disfruta tu momento amor-odio!

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