martes, 15 de abril de 2014

Me olvidé decir lo que nunca olvidaría.

Me olvidé decir que fue mi alegría y mi suerte, mi confidente y mi ejemplo, que no encontré mayor paz que su sonrisa, ni cobijo que su abrazo, que intento seguir su camino aunque mis pasos no siempre lo alcanzan, que las batallas se ganan con tu piel por escudo y que perder una, no significa perder la guerra, que no conozco mayor arte que las curvas de sus arrugas, ni mayor valor que el de sus cicatrices, que su manera de tocar el timbre era mi canción preferida y sus piernas mi tobogán, que en una niña puede quedar intacta una promesa para toda su vida y que él siempre conmigo estaría. Me olvidé decir que me enseñó a querer, aunque otros le ayudaron, pero a echar de menos… me olvidé decir que a echar de menos, sólo podría hacerlo él. Por fortuna, a él no se le olvidó decirme nada, me dijo que las grandes lecciones, solo podían venir de grandes personas.

Pensándolo bien, quizás no me olvidé de decir nada, fue aquella última mirada la que habló por mí agradeciendo mi mejor regalo, que él fuese mi abuelo.






¡Hola a todos! Esta carta breve la presenté a un concurso convocado por Letras con Arte y aquí os dejo la sorpresa del día, de la semana, o del mes (jajaja!), ha sido seleccionada para publicarse en el libro Antología y yo no puedo estar más contenta. Tenía ganas de compartirlo con vosotros, espero que os guste. ¡Muchísimas gracias! 


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