Por mucho que quieras correr, el tiempo te alcanza. La batería de estar cargada pasa a 0% y ese día tan esperado y ansiado llega a las 00.00h para no volver a repetirse. Amanece una vez al día de la misma única forma en la que el sol se pone para hacer brillar la luna.
Aprendemos repitiendo, realizando una y otra vez ese mismo movimiento que escribe mi nombre o ese otro que dirige mi coche hacia donde yo quiero. Pero no, ni un solo día en nuestra vida se repite. Cómo escribir mi vida. Cómo dirigirla. Cómo aprender algo que tan efímero resulta, cómo aprender a disfrutar mis únicas 24 horas de ese día que lleno de incógnitas resulta al despertar.
Preguntas sin respuestas que junto a otras tantas guardo en mi baúl de interrogantes. Me maravilla pensar que es ese el sentido de la vida. Que cada nueva situación te regala un pedacito más de ti envuelto en tu forma de afrontarla. Que cada lágrima inesperada te refleja ese sentimiento que tienes guardado y quiere salir. Que cada carcajada espontánea te recuerda que estás aquí, ahora, y que estás riendo, y que quizás, estés viviendo ese instante. Habrá tantas formas de vivir como personas pero yo no pido más. No pido más que si del todo, no voy a saber vivir, que al menos, siempre sepa con quién.
Estoy de vuelta. Tras muchos meses, casi un año de cambios personales y descubrimientos hoy me apetecía volver. Lo cierto es que nunca he dejado de escribir, ahora toca volver a compartir.
