domingo, 23 de marzo de 2014

un momento embotellado.



  Es ese momento en el que reconoces la verdad, el momento en que te sientes fuerte para mirarle de frente y agradecerle todo lo que sin saberlo ha hecho por ti. Es esa persona a la que todas suelen odiar pero que yo admiro, esa que no me toca nada pero con la que llevo años compartiendo cada Navidad, esa a la que todas suelen criticar pero que yo venero, esa a la que todas saben rechazar pero que yo acojo, esa a la que todas tienen miedo pero en la que yo confío, esa a la que todas ven irrompible pero con la que yo comparto debilidad, esa a la que todas prefieren lejos pero a la que yo quiero siempre cerca. La misma que le dio la vida a él, y sin saberlo a mí. Había llegado el momento, y ella lo sabía; Justo cuando estábamos degustando su más exquisita delicatessen que con amor nos había enviado y mientras yo estaba deleitándome con un vino de Navarra sonó el teléfono. Me pasó el inalámbrico y me dijo: es mi madre. Dice que ha encontrado una botella con un mensaje tuyo… Mi respiración se aceleraba al tiempo que sus temblorosas manos dejaban caer el teléfono en las mías. Aquella botella había jugado el papel de saeta en la ruleta de mi vida, le apuntaba a ella, y me apuntaba a mí; en el centro, siempre él.


                                                        

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